Un día para ti

El 2017 ha sido otro año lleno de cambios en mi vida … como si los cambios de los últimos 2 años no hubieran sido suficientes #ModeloMontañaRusa #AgarrateFuerteNomas .

Las novedades de este año no están relacionadas a otros continentes pero lo que sí incluyen es… wait for it… otra mudanza y un nuevo trabajo.
Si. La casa número 6 en los últimos 24 meses #SacaTuLinea

La historia de la mudanza viene en otro post (No te lo pierdas, incluye chocarreros), pero vamos con el update de estos últimos meses en los que no pude sentarme ni un minuto a escribir.

Durante el último mes, antes de cerrar el ciclo en la última empresa en la que trabajé, no hubo una sola persona que no me dijera «tienes cara de cansada» «se te ve agotada» «qué demacrada estás» . Ni una sola.  Que conste que le pongo onda; a estas alturas de la vida no se me ocurre salir de mi casa sin una manita de gato. No quiero ni imaginarme la impresión si hubiera salido con la cara lavada. Oye ya me estaba preocupando.

La verdad es que entre la mudanza, la intensidad de mi trabajo, los viajes de chamba y la vida misma, los días me pasaban por encima. Tenía que partirme en 80 para hacer todas las cosas que tenía / quería hacer #NoEsLoMismoNiEsIgual y 24 horas ya no eran suficientes para mi.
No lograba encontrar la fórmula para cumplir con todas mis tareas.

Al principio me tomé la mudanza con calma. Una caja por aquí, una caja por allá.  Hasta que llegó la inquilina correcta y con ella una fecha de entrega #TrabajandoBajoPresion. Si bien mi papá e Inés (la señora que trabaja conmigo desde que yo tenía 5 años) me ayudaron embalando todos mis cachivaches mis cosas, la mudanza la hicimos mi Kia Picanto y yo en varios viajes atravesando el rico tráfico limeño. Hasta que al final, cuando ya no andaba sino penaba por la vida, salió al rescate mi amiga Jimenita. Ella, con su pequeña humanidad y su corazón enorme, me acompañó en el proceso de mudanza cargando cajas, maletines y recuerdos, arreglando todo lo que yo ya no tenía ganas de arreglar.

Con todas las tareas que tenía que hacer , mi salud y mi alimentación pasaron al último plano. No tenía tiempo para hacer las compras de la casa (ni alguien que recibiera al wong delivery, no creas que no lo he pensado), tampoco me daba el cuerpo para salir de mi casa un Domingo, así que por varias semanas me alimenté de pura comida chatarra #QueVivaElDelivery. Los que contestaban la llamada en el KFC casi se volvieron mis amigos #Besties .

Un buen día tuve que hacer mil cosas durante mi hora de almuerzo. La semana no tenía más momentos libres y había que entregar mi departamento.
De pronto me encontré a mi misma manejando por las calles limeñas, atendiendo una llamada (con bluetooth, siempre responsable) y comiendo nuggets a la misma vez #BienRicoQuedoElTimon. En ese momento me di cuenta de que algo no andaba bien #PidoChepi.

Sign

Eso, sumado a las invencibles migrañas, las contracturas musculares y al análisis de colesterol que ya te imaginarás cómo salió #PorLAsNubes.
Lo urgente me quitaba tiempo para lo importante. Estaba tan concentrada en cumplir con  #»mis responsabilidades» que me estaba olvidando de mi misma.

Paralelamente se me presentó (literalmente, porque ni tiempo hubiera tenido de buscarla) una oportunidad alucinante de trabajo que, además de nuevos retos y mucho aprendizaje, venía con la promesa de un poco de tiempo para mi misma. #MusicaParaMisOidos

Con mucha pena pero también mucha ilusión y seguridad, tomé la decisión de cerrar otro ciclo de mi vida.

Entre un trabajo y el otro tuve 3 días libres durante la semana. Tres días que me hicieron muchísimo bien y tres días que creo que todos nos merecemos en el año. Aunque sea uno.

Esos tres días estuvieron dedicados 100% a mi. A despertarme sin alarma, sin apuro ni angustia. A desayunar con calma, a ir a ver tiendas mientras todos estaban en la oficina (y encontrar estacionamiento), a comprarme ropa (renovando el look para el nuevo trabajo), a ir a la peluquería y pasar por todos los tratamientos necesarios posibles, a ver a mis amigas y conversar con mi 100% (no solo de cuerpo presente) sin estar respondiendo mails o resolviendo algún problema a la misma vez, a darme el tiempo de apachurrar a mis sobrinos (los de verdad y los hijos de mis amigas), a leer. A disfrutar de cada momento sin la ansiedad y el fantasma de «todo lo que me falta hacer».

No importa si tienes hijos, si tienes un cargo suuuper importante en una empresa, si eres dueñ@ de un negocio, si tienes muchas responsabilidades, estás pasando por una coyuntura complicada o simplemente te abrumas con facilidad (y es válido!) … Siempre es necesario tomar un respiro para seguir adelante.  Tienes derecho a sentirte sobregirado, a querer tirar la toalla, a sentir que no puedes con todo (aunque algunos te digan que ese «todo» es poco). Tienes derecho y hasta te diré que la obligación de parar un poco, de bajar un cambio, de pedir chepi y dedicarte un día para ti.  Para nadie más que para ti. Un día sin mails, un día para hacer lo que tú y solamente tú quieras.

Tu cuerpo y tu mente te lo van a agradecer.


Deja un comentario